Lewis Carrrol en “Alicia en el País de las Maravillas” utilizó palabras para transportarnos a otro mundo, y Salvador Dalí en la “Persistencia de la Memoria” utilizó imágenes visuales para informarnos de sus pensamientos. Pedro Friedeberg, con agudeza sarcástica, utiliza palabras e imágenes para informarnos de sus mundos, nuestros mundos, y los mundos internos y externos de los cuales ninguno de los dos sabemos.

Las pinturas y serigrafías de Friedeberg son difíciles –si no es que imposibles- de clasificar. Existen etiquetas tales como “surrealistas” que son obvias pero inadecuadas. De cualquier modo, cuando se le preguntó si él era surrealista, Friedeberg respondió: “AndréBreton me escribió varias veces –antes de que muriera, desde luego- felicitándome por mis tendencias surrealistas”.

Al examinarlo más de cerca, el profundo espacio de la obra de Friedeberg sugiere el interminable no-espacio de paisajes e interiores surrealistas. ¿Es una caja o una habitación? ¿Son éstos claustros o recipientes de nuestras mentes? ¿O son simplemente un dispositivo gráfico para contener la acumulación de símbolos que han evolucionado y se han transmitido de generación en generación?

En la obra de Friedeberg existe una abundancia de imágenes y símbolos – masónicos, ocultos, clásicos, históricos, astrológicos, cristianos, judaicos, aztecoides y chinescos- También encontramos pavorreales, cebras, serpientes, obeliscos, soles, lunas, mapas gráficas, relojes, diagramas, instrucciones, direcciones, disecciones, anotaciones, clasificaciones, juegos.

Existen miles de símbolos extraídos de fuentes de enorme riqueza de ornamentación histórica, desde l antiguo Egipto hasta la Venecia medieval, de la Roma en decadencia hasta el Tibet actual. Estamos asombrados y complacidos con la cantidad y variedad de complejos elementos visuales. Son acertijos sin solución o respuesta que, por el contrario, retan lo que creemos saber. Indiscutiblemente, su obra es tan rica en interpretación que posee un significado infinito y eterno.

Sin embargo, existe el orden consumado en la obra de Friedeberg y no dejamos de admirar el dominio de la técnica, que es evidente. Sus conocimientos sobre Arquitectura se demuestran en las composiciones simétricas, en los detalles, y en los patrones de diseño. Las vibraciones ópticas son eléctricas; nos forzan a dar un paso atrás al mismo tiempo que sentimos la urgencia irresistible de acercarnos.

Igualmente de atractivos son los muebles fantásticos creados por Friedeberg, completamente opuestos a la funcionalidad de la Bauhaus, modelo del buen diseó del siglo XX y del modo de vida moderno. ¿Puede alguien sentarse en una silla de mariposa o en una mano sostenida por un pie? ¿Por qué no? Los muebles no son antiguos ni tampoco modernos, pueden o no ser funcionales, pero son verdaderas esculturas.

Si el surrealismo representa manifestaciones del subconsciente y consiste en acomodos irracionales de la materia, Pedro Friedeberg, su vida y su obra, son surrealistas en su más pura esencia.

Pedro Friedeberg, artista plástico nacido en 1936, después de estudiar Arquitectura hasta 1958 decidió dedicarse al arte. Estudió en Boston y en México bajo la tutela de Mathias Goeritz. Entre los principales museos que cuentan con obras de Friedeberg en su colección están el Museo des Arts Decoratifs du Louvre, en Paris; The Fine Arts Museum of San Francisco; The Israel Museum, en Jerusalem; Library of Congreso, en Washington, D.C.; Museum of Contemporary Art, en Chicago; Museo de Arte Contemporáneo, en la Ciudad de México; Museum of Modern Art en Tel Aviv; The Museum of Modern Art, en Nueva Cork; New Orleáns Museum of Art, etcétera.

Nació en Florencia, Italia y ha pasado la mayor parte de su vida en México, completamente dedicado a su trabajo.